¿Avanzar?

Isabel Iglesias 3 Maio 2013

Los costes (y las prisas) son la disculpa para la no-ética, al igual que el “entramado de la ley” hace tiempo que ha sustituido a la justicia, que no es lo mismo.

Las palabras “ética, justicia y costes” son cada vez más frecuentes en los discursos sin embargo, rara comparten frase, y mucho menos enunciadas en positivo.

Es posible avanzar y hacer las cosas mejor y de manera más ética y justa sin dejar de contemplar los costes

Aunque Proyecto Máscaras nos ha agudizado la reflexión sobre la “normalidad”, el día a día nos recuerda que se necesita una revisión amplia del concepto porque, a pesar de la ficción de pesadilla que protagonizamos, seguimos siendo una sociedad obsesiva con las normas, con la norma, con “lo normal: “es que no hay derecho”, “es que no es normal”.

Pero no hay marcos privilegiados de referencia ni patrones inamovibles, sólo ficciones que hemos creado para, como dice Manuel, sentirnos protegidos

Como no soportamos sentir que nuestra vida y la de los nuestros está por escribir y todo nos puede pasar, y como no soportamos ni la incertidumbre ni la propia vulnerabilidad, nos encanta dividir el mundo entre lo normal y lo anormal con sus características propias cada categoría.

Así a fuerza de construir con nuestras palabras una realidad de falsas certezas, de límites claros, sin matices, nos podemos situar la mayoría en el lado de lo normal (que es lo que único que somos capaces de imaginar como digno o como bueno). Y así, poder vivir algo más tranquilos.

Y debe ser también la rigidez de estos marcos la que nos impide encajar otros conceptos, como el de economía social o el de voluntariado, que no es otra cosa que “la voluntad de”. Curiosas paradojas agazapadas tras esta anárquica rigidez del individualismo de masas y la falta de voluntad que asfixia el deseo de cambio.


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9 comentarios en “¿Avanzar?”

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  • la falta de éxito del concepto del voluntariado es otra de esas cosas frustrantes del país. Ahora, con situación desesperada, hay gente que se lanza a ello, ayudando en comedores de Cáritas por ejemplo. Pero ese concepto amplio del voluntario que es habitual en los países sajones, esos chicos que deciden ayudar a las tardes en el hospital, o esos jubilados que deciden realizar labores extra en la biblioteca del pueblo, es algo que aquí se canaliza de otra manera: o se exige a la administración, aunque sea en forma de becarios, o se crean instituciones nuevas, como las ONGs, que en cierto modo trabajan con el concepto, pero bordeándolo. Pero… ¿por qué?, ¿por qué la palabra ‘voluntario’ no funciona, y su modelo tan apreciado en otros lugares aquí no encaja?

    • Isabel Iglesias says:

      Goio, absolutamente de acuerdo, vas al centro de la diana. Ya no es que falle el concepto de lo solidario sino el sentido común y la responsabilidad más básica. Los dos ejemplos que pones son perfectos porque se refieren a lo cotidiano, lo cercano. Pero ahora resulta que después de haber echado mano de los abuelos para criar a los hijos (y mantener el estatus) cuando los nietos llegan a la adolescencia ya ni los visitan, y a nadie le sorprende…

      Dejar esta responsabilidad personal y ciudadana en manos de papa estado, o esta profusión de ONGs es un grave error. El sistema que tanto criticamos no va a cambiar si no empezamos por los pequeños subsistemas que cada uno representamos y mantenemos. Pero es que es tan jodidamente duro ser coherente…

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