Gregorio Luri: Sobre lo nuevo y lo bueno

Isabel Iglesias 5 Febreiro 2017

Máscaras - Foto 3

“lo nuevo no es un criterio para evaluar lo bueno; sino que lo bueno es un criterio para evaluar lo nuevo”

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Lo que me parece importante no son las experiencias nuevas que se introducen en las prácticas escolares, sino la definición nítida de la trayectoria de un centro, porque solo si tienes una trayectoria podrás cambiar de rumbo con conocimiento de causa. Está claro que la trayectoria no puede ser rígida. Debe ir acompañada de prácticas reflexivas e incluso de una pedagogía clínica. Creo que es más innovador guiarse por prácticas reflexivas, que te ayudan a aprender continuamente de la experiencia propia, que querer aplicar ideas ajenas, aunque su brillo sea grande.

Lo que está pasando con la innovación es muy extraño: Unos señores que no demuestran ninguna experiencia pedagógica de éxito contrastable, creen que con un discurso teórico cargado de prejuicios posmodernos, están en condiciones de decir a los centros educativos que se olviden de todo lo que han hecho hasta ahora, que no aprendan de su experiencia, sino que compren las ideas que ellos les venden. Todo esto se hace con el beneplácito de unas instituciones que tienen miedo de que alguien les tache de conservadoras y el beneplácito de las grandes empresas tecnológicas.

Lo único que nos están demostrando es que si se parte de determinados prejuicios, se puede llegar a conclusiones coherentes con estos, pero no con la realidad.

Sigo pensando que lo nuevo no es un criterio para evaluar lo bueno; sino que lo bueno es un criterio para evaluar lo nuevo. Hay prácticas abandonadas hace treinta años que pueden ser muy útiles en este momento, especialmente para los sectores con más abandono escolar. Pienso en los centros de interés.

Insisto en que las prácticas que suelen presentarnos como innovadoras, no se están introduciendo porque sean nuevas, sino porque expresan bien las convicciones pedagógicas posmodernas. Pienso en el trabajo por proyectos… No tiene nada de innovador y si su introducción estuviera acompañada del criterio de las prácticas reflexivas, debería venir acompañada de una reflexión sobre por qué en su momento fracasó. Como esta reflexión falta, es legítimo pensar que todo se reduce a un intento ideológico de preparar a los alumnos no para el mundo real, sino para el mundo que algunos quisieran que fuera real.

Complejidad educativa y dispersión

(…) la escuela está perdiendo, a marchas forzadas, peso relativo en la formación de una persona. A medida que la complejidad educativa se incrementa, las posibilidades de formación se abren a nuevas variables que la escuela ni puede atender, ni debería pretenderlo, porque no llegaría. Simplemente se dispersaría. Ante esta situación, las familias comienzan a asumir la responsabilidad de diseñar la trayectoria educativa integral de los hijos. Y dentro de esta trayectoria, la escuela ocupa un lugar importante, pero ya no es “el” lugar. Además de la escuela, hay los cursos en Internet de inglés, de matemáticas -que están creciendo de forma vertiginosa-, etc. Por mucho que se critiquen los deberes, las academias de idiomas y las clases de refuerzo están viviendo una época dorada. El 50% de los alumnos realizan actividades extraescolares. Añadamos los cursos de verano en el extranjero, etc.

Ante esta situación de crecimiento de la complejidad educativa, la escuela debe decidir qué papel debe asumir respecto a la formación intelectual de los alumnos (dejo de lado los proyectos de coaching, educación emocional, aprender a aprender y de otros cantos de sirena). Debe concretar nítidamente su función.

Infoxicación por falta de criterio

(…) Lo que se puede decir ya de una manera muy clara es que la sociedad de la información no es la sociedad del conocimiento. La ilusión que se tuvo hace 10 años que ambas cosas iban ligadas se ha derrumbado completamente. Vivimos un incremento continuo, acelerado y permanente de la información, pero toda esta información que nos rodea por todas partes solo se hace conocimiento, cuando se incorpora con criterio a la visión propia del mundo. La información –precisamente porque cada vez es mayor y más accesible– es cada vez menos valiosa. Lo que será cada vez más relevante es lo más escaso: el criterio para evaluar la información, para seleccionarla y para integrarla a la visión del mundo. Esta capacidad de transformar la información en conocimiento no la da ninguna máquina. Esto justamente es lo que permitirá hacer un uso más provechoso de las máquinas.

Pero se da la aparente paradoja de que para poder identificar el conocimiento valioso es necesario disponer ya de conocimiento valioso y de un dominio de la atención. El ignorante que no tiene criterio para evaluar el valor del conocimiento y que no controla su atención, se pierde pronto.

La evaluación es un instrumento que debe estar sometido a evaluación. Es el elemento fundamental de las prácticas reflexivas.

Prótesis antropológicas que amplifican lo que ya somos

(…) Podemos decir, pues, que las nuevas tecnologías permitirán un crecimiento exponencial de los conocimientos de quien ya los tiene, y un crecimiento exponencial de las distracciones de quien no domina su capacidad atencional. Son prótesis antropológicas, amplifican lo que tú ya eres. Todas estas teorías de que las nuevas tecnologías están modificando nuestro cerebro son historias, no llevan a ninguna parte.

(…) Uno de los elementos básicos de la comunicación en una escuela es el control de las dinámicas del claustro, control no en el sentido de supervisión, sino de dinamización. Que yo sepa no tenemos ningún estudio serio sobre cómo funcionan las dinámicas internas de un grupo de profesores. Lo que sí sabemos es que no tienen nada que ver con las dinámicas habituales de las empresas.

el debate pedagógico que tenemos pendiente es el de la relación de las virtudes intelectuales con los resultados, porque los países con mejores resultados son los que centran la acción educativa en el vínculo entre conocimiento y virtud intelectual.

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