Ver y mirar

APM 3 abril 2025

Artículo publicado originalmente en el blog de su autor:

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A veces me sorprendo reconociendo hitos en cuestiones que me parecen irrelevantes. Por lo que parece, haber llegado a 2025 sin saber que existía un tal Joaquín Sánchez lo es, porque no conocer en España a insignes balonpedistas es extraño.

Tampoco conocía sus circunstancias posteriores (en realidad sigo sin conocerlas), ni tenía la menor idea de los satélites que se movían a su alrededor, así que el día en que aparecieron titulares hablando de que un fulano se había “quitado los ojos” en televisión, me llevo un rato situar todo ese grado de estupidez.

En realidad, todo ese contexto no importa. En el momento de indagar lo supuse, pero es la triste realidad: en el marco de una cierta prensa rosa, un tío “se quitó los ojos” en televisión, y que eso suceda debería de ser suficiente para pensar en si algo no ha salido mal, de si socialmente no estamos regulinchis cuando parece que las audiencias (dentro y fuera de la tele) aceptan esto como como un momento culminante de la historia televisiva que merece ser conservado en la memoria.

Los ojos “se los quitóel cuñado de Joaquín para demostrar que era cierta su ceguera ante los rumores de que era todo fingido. Lo que hizo fue liberar sus dos prótesis y mostrar las cuencas vacías ante dos presentadores que no perdieron su pose circunspecta. A uno de ellos, Nacho Abad, sí lo tenía situado como uno de los grandes nombres de la desfachatez televisiva de los últimos años.

Cuando David Cronenberg presentó en 2022 Crimes of the Future hubo una cierta tibieza entre su público habitual (al otro, como siempre, le importó poco). Creo que a mucha gente le costó poner en palabras el motivo, entre otras cosas porque probablemente no era culpa de la película, sino de cómo nos hemos degradado como sociedad.

Cronenberg se hizo un nombre desde el mismo momento en que apareció en los 70. Un tipo educado y cultivado, su primer gran título fue Shivers (AKA “Vinieron de dentro de…”), una simple y simplista historia en la que una especie de sanguijuelas se introducen oralmente en sus víctimas para convertirlas en primarios seres ávidos de dar rienda suelta a instintos homicidas y sexuales.

Sus siguientes películas ahondaron en este tipo de lecturas acerca de la degradación humana, siempre desde la perspectiva del cine fantástico hasta que a finales de los 80 empezó a jugar con otra serie de narrativas más convencionales. Antes de que eso suciediera, en Videodromo, de 1983, una señal televisiva, con imágenes extremas, infectaba al público convirtiéndolo en mutaciones de la razón, y Cronenberg resucitaba una idea filosófica: La “New Flesh”, la Nueva Carne que en buena medida respondía al ideario mutante de William S. Burroughs.

Pero, volviendo a Crimes of the Future (que comparte título con un mediometraje suyo del año 1970), el distópico cruce de historias parecía no resultar atroz, tal vez ni desasosegante. Sus seres metamórficos, el tráfico de órganos, la ideología extrema en torno a la transformación del ser humano… Todo eso sonaba en 2022 en cierto modo…, cotidiano. 40 años después de Videodrome, cualquier persona podía acceder en internet, en cualquier momento, a lo que deseaba ver, pero eso nunca será tan problemático como el encontrarte con lo inesperado: un señor quitándose los ojos para demostrar que es ciego.

Pocos días después, el país tuvo otra sacudida emocional con la noticia de que varios jóvenes acosaban y maltrataban a otro con parálisis cerebral.

Una sacudida breve, porque hoy en día todo, hasta lo terrible, dura poco.

Este caso, como el del cuñado de Joaquín, tuvo que llegar al gran público para causar impacto. Puede que el vídeo llevara tiempo moviéndose por dispositivos, pero en estos casos parece que es necesario recurrir al carácter lineal de la televisión convencional: sentado frente a un televisor, el público no puede evitar la descarga directa a sus retinas. Siempre son las pantallas, pero en un caso te responsabilizas, y en el otro puedes descargar las culpas en quien sabes que en algún momento te ofrecerá la dosis necesaria.

El vídeo del acoso a este chaval, que por supuesto he visto, ofrece pocas dudas respecto de quienes lo protagonizan, pero plantea otras, y preocupantes, por parte de quienes accedieron a él y no acudieron rápidamente a la policía. ¿Existe disculpa para mirar a otro lado cuando has visto cómo un chaval en una silla de ruedas motorizada se lanza contra unas mesas tratando de escapar del horror?

Igual que en el caso de cuñado de Joaquín, la liberación de una persona acosada llegó por la vía de la vergüenza, de la exposición: dos personas con discapacidades severas ofreciendo ante las grandes audiencias la representación de sus debilidades para que no se dudara de ellas. Porque en uno y en otro caso, la clave no está tanto en los hechos como en lo que tuvieron que hacer para combatirlos. Vamos a imaginar por un momento que la negación de tu ceguera hace que te saques las prótesis, o que para poder denunciar el acoso tengas que llevar el vídeo en el que se te ve maltratado para que se emita en un programa de gran audiencia.

Roger Corman pasó a la historia como uno de los principales productores de cine de serie B y Z, pero antes había dirigido unas cuantas películas durante los 60 de esas que el paso del tiempo no hace más que aumentar el cariño y el aprecio. Entre ellas estaba “El Hombre con Rayos X en los ojos”, en la que un médico investiga sobre unas gotas para aumentar la capacidad visual. Al serle retirados los fondos, se usa a sí mismo como objeto de estudio y todo parece un camino hacia el éxito al desarrollar esta increíble capacidad.

Pero el Dr. Xavier no se da cuenta de que al ser incapaz de controlarlo, y al someterse a la continua visión de todo lo que ocurre, incluso cerrando los párpados, está desembocando en la locura. Al final, presa de un delirio que desemboca en la religiosidad, incapaz de soportar su condición de testigo perpetuo de lo que sucede a su alrededor, se arranca los ojos.

Casi como el cuñado de Joaquín.

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